martes, 26 de octubre de 2010

El camino de la Muerte



“-Gracias, gracias, muchas, muchas gracias. Realmente los voy a extrañar. Han sido un público maravilloso. Mil gracias por este año increíble que me han hecho pasar… soy un llorón… no puedo más…”

Lo veo una y otra vez.
Ese fue el cierre de mi último programa.
Estaba emocionado en serio.
No soy conductor, pero, evidentemente lo hice bastante bien.
Toda mi vida fui actor.
Si, ya sé… “toda mi vida… andá  ¿Quién te crees que sos? ¿Alcón, Alterio?” me van a decir… Y bueno: a los treinta y dos puedo decir  “toda mi vida fui actor” porque esa es mi edad y porque “toda mi vida”, desde los cuatro, actúo.
Lo de este año, lo de conducir el programa, fue una especie de vacaciones de la actuación. Aunque reconozco que en este ciclo más de una vez me mandé unos papeles de Padre y Señor Nuestro, dignos de un Óscar algunos.
Sobre todo con aquellos invitados a los que no les creía nada. Nada nada.
Hubiera ido al frente más de una vez, al choque…pero en el contrato estaba clarito.
Y yo no soy de hacer quilombos.
Las dos primeras veces me sentí muy mal. Mariconeaba. Volvía a casa y me angustiaba. Como un boludo. Que un par de hijos de puta dijeran lo que decían y tener que soportarlo por que eran auspiciantes del ciclo, me revolvía algo adentro… pero después lo asumí. Uno se acostumbra a todo.
“…y en el mismo lodo, todos manoseaos…” Que iba a hacer…Así es el fantástico mundo del espectáculo.

Igual el año me sirvió. Tuve mucha más prensa que cuando hago a Chejov o cosas así. Las nenas me vieron más, pasé más tiempo con ellas. Hice guita. Y pude parar con las pastillas.
Yo venía muy mal. El teatro era que me estaba haciendo mal. No sé que me lleva a elegir obras tan densas. Bah! si que sé: me encantan y es evidente que las hago muy bien.
Pero sufro como un condenado. Lo tomo muy a pecho. En otra época se le decía profesionalismo. Por eso las pastillas, ver poco a mis dos hijas. Y separarme de Delfina…

Cuando me llamaron para lo de la tele lo rechacé al toque.
¿Yo en la televisión? ¿Haciendo que?
Pero Pancho me ayudó a recapacitar.
Nos fuimos solos a pescar a Villa La Angostura.
Delfina se re portó y se quedó con las chicas, más allá de que no era lo convenido para esa Semana Santa. Ya había planificado una salida solos con su actual pareja y sin embargo no me hizo el más mínimo quilombo. Sabía que yo me iba para pensar.
No solo lo sabía, sino que en el fondo deseaba que yo baje un cambio. Soy el padre de las mellizas y no le gusta que ellas me vean mal.
Y ahí, al borde de la pileta cubierta de un hotel cerquita del Correntoso, asumí que si. Que podría probar.

Pancho, muy de afuera del medio,  solo veía ventajas. Yo no.
Que la plata, que los horarios, que conocer gente nueva, que los canjes que podía ligar,  algún viajecito, inclusive…
A mi me preocupaba lo artístico, lo profesional. ¿Entrevistar gente? Temía ser tildado de superficial, o bohemio descolgado de la realidad, de nariz para arriba… y sobre todo, de ser comparado con gente bastante más experimentada que yo…
Ellos me garantizaban todo. Hasta un sicólogo, si quería.
No voy a negar que siempre supe que la idea de ponerme a conducir el programa fuera un manotazo de ahogado del director de contenidos del canal. Lo sabía. No por nada en su entorno lo llaman Garfio.
Pirata conocido de los medios, inventa lo que sea. Y últimamente lo habían sacudido lindo a él y al canal.
Entonces iba a llamar la atención que yo, una “estrella del teatro” encare de frente la maquina de picar carne de la tele.

Lo hice. Salió bien. Y debo decir que hasta me gustó.
Algunos días, incluso, lo disfruté muchísimo.

Pero esto no es lo mío.

¿Por qué?
A ver… Es simple.
Porque me voy a morir.



No, no es que tenga un cáncer o algo así, terminal. No.  Ni tampoco me pienso suicidar.
Simplemente sé que voy a morir.
Alguno dirá: todos sabemos que nos vamos a morir algún día. Obvio.
Sin embargo, por equis razón un día sos más conciente de eso que el día anterior.
Es más: que en el minuto anterior.
Tengo treinta y dos, te dije, y supongamos que en el mejor de los casos llegue hasta los… no sé… digamos ochenta y siete… ponele, por decir algo.
Creo que son los piojos el ochenta y siete en la quiniela… lo voy a jugar… vaya a saber por que dije ochenta y siete… pero te decía que no pasa por cuando, sino que “sentís” que te va a llegar.
Tal vez son rayes míos, puede ser, pero “ese” asumir es como que te da otros parámetros.
Una especie de OK HASTA ACÁ TODO FUE ASÍ. SI TE GUSTA BIEN Y SINO, NO IMPORTA DEMASIADO.

¿Suena a disconforme? No, ni ahí… totalmente lo contrario te diría.
Muy conforme.
Pero me voy a morir igual.
¡Ja!

Estos “diálogos” de y con La Muerte me cambiaron cosas en la cabeza. Diálogos que no sé como explicarlos racionalmente, pero que eran muy reales.
¿Era el exceso o la falta de las pastillas? Ya hacía poco menos de un año que no las    tomaba, y a veces me alteraba mucho esa abstinencia.
Sentía que ese designio de la naturaleza de ver que era mortal me sacudía como nunca antes.
  Y pareciera que el desear algo demasiado puede complicar las cosas.
¿Era un deseo?
Después del año en la tele, casi sin querer me descubrí haciendo un balance prematuro, y viendo cosas que antes no veía. Y también, casi sin querer, empecé a estar atento a todo. De sentirme invulnerable, sano, eterno y con la vida comprada, me vino un baldazo de todo lo contrario.
Me asusté. Sentí perder todo, empezando por la alegría.
Deje de reír. Me dí cuenta bastante después, cuando ya tenía que hacer un esfuerzo para recordar cuando había sido la última vez.
Reír con ganas, hasta no poder respirar.

Y así, sin querer, me iba a pasar algo increíble.


Todos sabíamos de su existencia. Nadie podía decir que era un invento, una fantasía, o,         como dicen ahora, una leyenda urbana. Existía, era real, aunque nadie podía dar certezas     de él. 
La Muerte, así en femenino, era masculina, violenta, altiva… de ella estoy hablando.
O de Él.
De chico oía una y otra vez que “cuando te llegue la Muerte bla bla bla” y ya nada del                    resto de la oración era escuchada.
  La Muerte.
  Causaba escalofríos.
No podía ser catalogada nunca como un final lógico, digno, o hasta celestial.
No.
La muerte era mala.
Siempre.

Por eso el día que inocentemente imaginé estar a punto de conocerla, dudé. Eso creí. Ese mismo temblor que sentía antes, volvió. Pero por alguna extraña razón decidí envalentonarme y animarme.
Después de todo, pensaba auto engañándome, que total algún día la tenía que conocer… 

La cita se concretó por mail.
Si, por mail.
Uno de esos tantos que me llegan a diario, y que automáticamente dirijo hacia la papelera mediante la imprescindible teclita virtual de “eliminar”, esta vez, te decía, algo detuvo su destructivo destino.
“El camino de la muerte” decía como encabezado, y que con un simple clic te dirigía hacia algún sitio.
Era tentador. Vaya a saber cual sería el gancho…Pensé en Eros y Tánatos… sexo y muerte, los dos grandes motores de todo. Eros era mi fiel compañero, pero al otro, le solía escapar. Evidentemente se cansó o se puso celoso y buscó la manera de seducirme.
Recuerdo que estaba en el patio de comidas del Shopping Alto Palermo, haciendo tiempo para mi turno con el médico.



Debería ser por eso que estaba la muerte rondando mi cabeza. Nunca me da por ser optimista cuando tengo que ir a ver a un doctor, fuese por lo que fuese. Hasta un esguince podría ser un indicador de algo terrible para mí. Porque de ahí podía surgir un “para estar tranquilos” como suelen decir, “sacamos una plaquita (que nunca es chiquita e insignificante) y nos hacemos estos análisis de rutina” (“nos hacemos”, ja!).
Y encima repite, como si no lo hubiese escuchado, aquello de “para quedarnos más tranquilos”.
Odio eso. “Para quedarnos más tranquilos vamos a ponerte bien nervioso unos cuantos días antes”. Y si todo sale como a veces creo que desean los médicos, se acabó mi tranquilidad, la que yo antes tenía y no molestaba a nadie.
Pero era inevitable. El turno con este cardiólogo estaba tomado desde hacía más de sesenta días. Prestigioso el hombre, según se decía, en salvar vidas, en vez de no.
El asunto es que habré estado unos diez minutos dudando si cliquear o no. “El camino de la Muerte” podría ser un aviso de un Parque de Diversiones, un libro de auto ayuda, o algo así… Y así y todo, por más que uno la rechace, la guacha tienta, como las películas de terror… odias que te pasen semejantes cosas, pero ahí está uno para verlas bien cerquita, como cuando hay un accidente… Morbo.

El tema es que la gente pasaba de aquí para allá sin importarle nada -bah! eso me daba a mí…- y yo en mi interior luchando entre la vida y la muerte, con mis estúpidos mambos. Y los demás gastando su plata en lo que sea… (¡que irrespetuosos!)

“Y dale” me dije. “Es una página de Internet al fin y al cabo… ¿Qué puede pasar?”

Clic.

Nada.

Clic, clic.

Nada.

Clic, clic, clic, clic, clic...




Y de repente todo se puso negro.
No en la pantalla. En todo. Todo alrededor mío, negro. Absoluto. Como si me quedara ciego, pero no: “veía” negro.
Van a decir que es imposible, que el negro es negro, ya sé. Pero yo lo veía. No sé como explicarlo. Será por que talvez yo quería ver, y mis ojos hacían un esfuerzo doble o triple.
Fueron segundos de negro y silencio… aunque algo muy a lo lejos escuchaba, como un murmullo.
Y ahí apareció.



Como un ¿emperador? Si, algo así… alto, con una capa negra como el resto de todo lo que veía. Una muy tenue luz desde arriba lo fue dibujando. No se presento diciendo “Soy La Muerte”, pero no sé porque, era innecesario. Pensé que talvez estaba allí desde el principio y que gracias a esta incipiente penumbra ahora podía verlo.
No atiné a decir nada. Él tampoco. Podría decirse que no se alejaba demasiado de los estereotipos que uno conocía, pero no era ni cadavérico ni portaba una guadaña. No lo necesitaba.
Su rostro estaba cubierto como con una máscara sin rasgos específicos, solo orificios para los ojos y boca. Ojos grandes, muy blancos.
Extendió su brazo como invitando a que lo agarrase.
Me negué. Y no insistió.
Fue ahí que sin extrañarse de mi negativa, me habló.

-¿Miedo? ¿Tiene Usted miedo en este instante? -dijo con una voz calma y no tan grave como me la había imaginado.
- No, creo que no… A ver…no, miedo no. Incertidumbre tal vez, pero no miedo.
-Ja ja…-rió “elegantemente”, sin burla, sino como si hubiese escuchado millones de veces una respuesta tan diplomática como la mía-.
-Sé a que se refiere, sin embargo muy cómodo no lo veo… tranquilícese.
-Estoy tranquilo –insistí- sólo que no tenía agendado para hoy el hecho de morirme, si es que de eso se trata… tal vez más adelante, pero no justo hoy.
-Ay, ay, me encantan las ironías. Son un signo de madurez. Pero debo decirle que, -y no sé si lo desilusionaré- hoy, y por un tiempo digamos “importante”, no se va a morir.
-¿Ah no? Creo que más que nunca, entonces, estoy comprendiendo la frase aquella de “me volvió el alma al cuerpo”.
-Ja ja… muy buen comentario… Me cae bien. Lindo sentido del humor. Eso alarga la vida…Uno no será adivino, pero reconozco que me equivoco poco cuando elijo… Usted tiene… ¿cómo decirlo?... ¡Pasta! Escuché alguna vez el término ese. ¿Me explico?
-Si, perfectamente… pero ¿pasta para que?
-Ah, si, claro… para que le enseñe EL CAMINO DE LA MUERTE. Cada ciertos  años, cien o doscientos, depende, tengo que venir a elegir a alguien. Aparentemente Usted da con los parámetros. Más que muchos otros, le diría, pero que la soberbia no lo domine.
-Ajá. Estoy soñando. ¿Alguien en este patio de comidas me golpeó con una bandeja en la nuca y ahora, después de un desmayo, estoy delirando?
-No, no… sé que no es fácil entender a nivel racional, lo entiendo. Y me encanta que así sea. Eso se explica por su apertura mental, su índice de ver más allá. Créame: Usted es un elegido.
-… ¿elegido? ¿viene la Muerte y me elije? ¿a mí? No suena a algo bueno…ni agradable, o lindo…
-Le aclaro esto: No soy malo. Soy. Simplemente eso. SOY. Y en cierto modo es como que debo enseñar eso. Transmitirlo. Como suelen decir ahora: “mejorar mi imagen”… es que últimamente ya se desbordó el vaso.
-No entiendo.
-Es que el mundo se ha puesto tan materialista que hasta las vidas que se terminan pasaron a ser como simples cosas que se rompen y se tiran. Y nada más. Ni antes ni durante ni después.
-Sigo sin entender.
-Por Dios! Y perdón al Señor por invocarlo… me va a hacer dudar de su sapiencia…
Digo que por un lado las muertes duelen, se lamentan… sin embargo, al cabo de algo así como lo que dura el chasquido de los dedos, ya nadie lo recuerda. Por eso digo, es como si se rompiese algo material y ya simplemente estamos yendo a comprar otro.
-Pero no condice con su inquietud: ¿No es que quiere dejar de ser visto como “malo”? Uno lo olvida y listo! Así, es como si le restamos importancia a su tarea… ¿está bien dicho tarea en este caso?
-Función. Es mi función. Y no por lo teatral del término, sino porque debe ser algo funcional a la especie.
-Ok, ¿no es esa su función, entonces?
-Todos los extremos son malos, eso lo habrá oído. No es cuestión de llorar toda la eternidad que alguien terminó su paso en la tierra, pero tampoco esa manera de “nada me importa”... ¡Es una vida, caramba! ¡Con todo lo que implica!
Mire: esto no lo tendría que divulgar, pero vamos igual… ¿Sabe las veces que discuto con el Señor sobre que a Él se le va la mano en confiar en su creación?
Yo le digo que gasta demasiadas energías, o esperanzas en realidad, en gente que no razona ni como usted ni como yo.
-¿Y que le contesta?
-Nada. Él no me habla. Tiene como una gran contradicción conmigo. Es que a veces –y lo comprendo- se confunde con mi existencia. Un ser tan eternamente bondadoso como es Él, permitiendo que yo me paseé lo más campante… iba a decir cortando cabezas, pero no suena muy ético… bueno, usted me entendió…
-Si, si, claro, entiendo… ¿pero tan fuerte se escucha allá la queja de que usted, la Muerte, es dañina?
-¿Fuerte? Insoportable. Y le insisto: si fuera el luto lógico vaya y pase… pero de ahí a maldecir todo, desear cosas terribles para otros… ¡Las veces que el egoísmo hizo decir sandeces como “¿Por qué no te llevaste a fulano en vez de a Mengano?!” Ridículas.
Y absurdas, ya que todos se van a ir… ¿Antes? ¿Después?... ¿Qué? ¿Acaso me van a decir que ustedes ya descubrieron lo que es el Tiempo? ¡Pero, por favor!
Las podría entender en muchos aspectos, por la pérdida de un ser querido, por ejemplo, pero si al rato nomás ya no les importa nada sobre quien me tuve que llevar… ¡y no! Ahí están revisándole los bolsillos cuando todavía ni siquiera terminé mi función… ¿Y yo soy el malo? ¿El desalmado? ¿Eh?
-Comprendo, nunca había prestado atención así, de esta manera. Es que últimamente los medios, el capitalismo desmedido, las urgencias, el querer figurar…
-Exacto! Me alegra que me entienda. Ahora bien, por el otro lado, pasa lo contrario.
-A ver…
-Uste lo dijo: El culto de acaparar y acaparar… ¿Adonde van a llevarlo todo?
-Bueno, no… No es para llevarlo, es para darnos gustos, para sentir la idea de la felicidad y…
-No me haga reír… ¿Felicidad? O sea que más compra, más feliz es… ¡Que fácil!
-No, espere: eso de querer  explicar lo de “ocuparse más en ser que en tener” es recontra viejo… gastadísimo… No me viene con nada nuevo… es, y perdóneme, como de sicólogo barato… o cura de pueblo…no se me ofenda…Casi nadie lo escucha, menos los jóvenes, todos queremos tener, porque así la pasamos mejor, o nos creemos bastante que la pasamos mejor, no lo va a cambiar con una simple fracesita… los más viejos, talvez,  pero lo usan como para tener la cabeza ocupada, como tener metas cuando les queda poco hilo en el carretel… algunos hasta como para lavar culpas y ser perdonados por una absurda ambición que no les aportó demasiado… No sé, capaz que sí hay gente que lo entiende en serio…
-Si, si, los hay, pero son los menos, muy pocos como para que esto funcione. Pero de los que son mayoría, me pregunto ¿con que necesidad? Deberían saberlo todos ya a esta altura… Vida IMPLICA Muerte… Ahí está el error. En verlo como cosas separadas. Encima esa frase, casi una muletilla…
-¿Cuál? ¿A que frase se refiere?
-Hay varias, pero hay dos que me alteran. Una es esa de “Gracias a Dios, se salvó”… ¿De qué? Si no tienen la menor idea de lo que hay del otro lado… Que poca imaginación…
-Bueno, solemos decir “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
-Y no me va a negar, un pensante como Usted, que es una estupidez…
-Si, puede ser, es que ante el desconocimiento…
-Ante el desconocimiento, LA LUZ… Y mire quien se lo está diciendo, aquel siempre tildado de Oscuro…
-¿Está usted bien seguro que no estoy siendo victima de algún delirio? (Y yo encima se lo pregunto a quien me habla…) Volviendo a lo anterior… ¿y la otra frase?
-“Desgracia con suerte”. Es lo mismo. No saben ver.
-Ok, pero tampoco vamos a estar festejando las tragedias, haciendo fiesta ante catástrofes…
-…
-No, contésteme.
-Catástrofes, Tragedias, Desgracias… ¿Qué carga tienen esas palabras? ¿Quién les dio ese significado? ¿Yo? ¿El Señor acaso? ¿lo leyeron en algún lado?
-No, los hombres, claro, pero cada vez que el Demonio…
-No, no, no, no le voy a permitir que me confunda. Me ofende. Ese ser, despreciable, acá no está invitado. Está confundiendo feo mi función con la de la Maldad pura. Yo sabía. No hay momento que ese ser no esté presente. ¿Ve? Ahí está lo que le digo.
-¿Qué?
-Lo de la imagen. Mefisto, o el nombre que quiera, tiene una prensa hasta simpática hoy en día. Antes, en los tiempos de los tiempos, nadie jamás dudaba de su horrible augurio. Era el ente más rechazado. Ahora hasta lo han humanizado. Perdóneme, pero lo detesto. Me hace muy mal pensar en él y en todo lo que ha crecido. Otro de los temas que le planteo al Señor.
-Pero él no le contesta.
-¿Me está tomando el pelo?
-No, por… ¿Dios?... no, solo era una pregunta sin respuesta…
-Está bien… No quiero seguir dándole presencia hablando de él.
-Es que, solo para redondear la idea… Dios es Dios… digo: es el creador y todo eso…
-Si.
-Bien, pero así como está usted, la Muerte… ¿existe la Vida, así, no sé como decirlo, “personificada” digamos, como usted está acá ahora?
-¿Le parece necesario? ¿Y la gente? ¿los bebés? ¿los chicos corriendo, saltando, estudiando, jugando? ¿los enamorados, los felices, por ejemplo? ¿eso no es vida?
-Si… claro…
-¿Me va  a decir que nunca se le escapó una sonrisa, una luz de esperanza, cuando vio o sintió algo de eso?
-Si, si, le dije que si, pero…
-¿Pero que? es difícil usted…
-No, lo que pasa es que pensé en mi sobrinito… y en muchas más personas ahora, que…
-Ah! si… sé para donde va… los chicos, -o grandes- con alguna discapacidad, o problemas de salud, o de pobreza… ¿es eso?
-Ajá… dijo “corriendo, saltando…” y pensé en varios que no pueden… miles o millones, muchas veces uno agarra y arriesga y dice precisamente “eso no es vida”, pobrecitos.
-Claro… no le voy a negar que no es fácil de explicar… y la idea de libre albedrío no pega en casos así… es algo muy difícil de entender… Entiendo el reclamo… veré como lo resolvemos… téngame paciencia, recién nos conocemos…
-Bien, bien, bien… sin embargo hay algo más que me intriga. ¿De que juego yo en todo esto?
-Ya se va a enterar amigo, ya se va a enterar…
-Ok, y no voy a negar de que usted me llame Amigo me da como un escozor, pero dicen que menos pregunta Dios y perdona.
-Nunca tan sabio.
-Y lo que no le pregunté de entrada: ¿Dónde estoy? ¿Me va a “devolver” al mundo?
-¿Vio que le dio a la teclita del mouse dele que dele para encontrarme? -y eso es ansiedad, debe controlarla- Bueno, estamos en el medio de un par de esos clicks. Y ahí lo vuelvo a dejar.

Clic.


 El bullicio del salón era muy fuerte. Solté el Mouse como asustado y vi a toda esa gente alrededor mío viendo en que gastar su plata. Faltaba mucho todavía para mi turno en el médico. Guardé la notebook y decidí caminar. Emprender mi CAMINO.
Recién un rato después me “desperté” en serio, con la voz del médico.

-Está perfecto, buen hombre.
-¿Si? ¿Todo todo?
-Si, muy bien. No le voy a decir “hecho un roble” porque ya no se usa, pero sí, se nota que se cuida más o menos bien.
-¿Ni una placa de los pulmones? ¿Análisis de sangre u orina?



-Usted está muy bien, no le regalemos plata a las obras sociales sin necesidad. Dejémosla para los que la necesitan. ¿No le parece? Igual, le digo: cualquier cosa que sienta o se imagine, llámeme. No lo dude, pero me parece que por un tiempo largo no lo voy a tener de visita.


Me quedé pasmado. Tanto que creo ni le devolví la mano que me ofreció. Mucho no le importó porque apenas crucé el umbral de su consultorio ya estaba llamando por el apellido al siguiente. Supongo que la secretaria me habrá consultado sobre mi necesidad de tomar otro turno a futuro, pero -supongo también- la ignoré.
Increíblemente salí peor que si me hubiese diagnosticado algo terrible. Tenía como la sensación de tener una inmunidad eterna. No fue eso lo que dijo, lo sé. Pero era como que ahora en mi cabeza ese temor que suponía, no estaba más. Claro, inmediatamente arriesgué a pensar que  el médico, no puede saber que si ahora ese auto que viene a toda velocidad, me revolea por el aire, toda su proyección de fuerte como un roble y todo eso, se hace añicos. Obvio.
Y casi sin querer frené ¿inconcientemente? mi caminata en medio de la avenida.
Y el auto que venía a toda velocidad me esquivó sin el menor inconveniente.
Era prácticamente imposible que me evite.
Y me evitó.
Era una oportunidad que muchos no suelen tener.
Ahí entendí aquello de El camino de la Muerte y perderle el miedo.
Me vino el recuerdo de la familia, todos juntos yendo de vacaciones al mar.
Yo, como todo chico inquieto y aburrido, insistía preguntando cuanto faltaba.
Y papá explicándome algo que no me satisfacía: “Al destino vamos a llegar, estate tranquilo… entonces disfruta del trayecto, de cada kilómetro del paisaje recorrido.”
De eso parece ser que se trata… El camino de la Muerte, pero yendo por la Senda de la Vida, agregaría…
                                                           Jorge Laplume



lunes, 18 de octubre de 2010

No era un Domingo cualquiera.

 

No era un domingo cualquiera.
Lo habitual, el hecho de tomar el desayuno con facturas, después ir a comprar la carne para el asado, saludar una vez más y del mismo modo de siempre a todos los que se cruzan en el camino, se mantenía idéntico.
Sin embargo, no era un domingo más.


¿Eran las nubes? ¿El silencio? ¿La campana de la capilla sonó distinto?
No se podía decir bien que era… pero no era un domingo más.
En el aire se percibía.
Era como una especie de víspera de algo.
Y la gente lo transmitía.
Si uno hubiese llegado ahí mismo, y por primera vez, al lugar, lo hubiese notado.
Hubiese sentido que no era un domingo más.
¿Algún acontecimiento mundial? ¿Se esperaban anuncios terribles?
No, nada de eso.
Hasta Uno iba a paso diferente por las veredas.
Sonaba distinto la suela de los zapatos contra el suelo.
Eso parecía.
Era como si todos supieran algo, pero nadie sabía nada.
Y como que todos, escondidamente, quisiesen preguntar.
Pero tampoco nadie se animaba.
No por miedo, ni por vergüenza.
No preguntaban, simplemente, por no preguntar…
Hablaban, eso si:  “Hola que tal?” “¿Qué se cuenta?”
Pero por extraño que pareciese hoy -me ocupé de prestar especial atención-
ni siquiera un “¡Que clima, eh?”, o un “Tiempo loco, este” oí.

Entonces pensé que pasaba por ahí, por el estado del tiempo.
No era ni la primera ni la última vez que el cielo se ponía negro, algo típico frente a esas tormentas de verano que se avecinan.
Pero ni era tormenta ni tampoco verano.
El auto de Raúl, por ejemplo, no arrancaba. Dale que dale con el contacto y nada.
Hasta que no se sabe bien, si fue Raúl o si fue la batería, alguno de los dos no quiso más.
Y no arrancó.
El Laucha, ese chihuahua insistidor con ladrido penetrante, estaba más preocupado en destrozar un zapato que en ladrarme cuando pasé por la casa de Matilde.
No era un domingo cualquiera.
Algo iba a pasar.

- Son las ondas -dijo el quiosquero-.

Nadie le prestó atención. O hicieron que no lo escucharon.
El viejo era así.
Cuando menos atención le daban, más ganas de hablar tenía.

-Nos estamos cargando de ondas. Los degenerados lo están logrando.



No voy a negar que, de vuelta a casa, ya con el diario en la mano, que precisamente a él le compré, me dio por escucharlo.
Todos sabíamos que no era un domingo más, pero creo que yo -y algún que otro distraído- nos sentimos curiosos de, al menos, escuchar alguna teoría.

-Yo lo dije, allá por el año setenta y dos, que los desgraciados estos, despacito despacito lo estaban haciendo” continuó al ver que uno -yo- lo escuchaba- Pero claro, al viejo carcamán no le den bola: que ve visiones, que está borracho, que esto y que aquello.

No me aguanté, y si bien papá me dijo un par de veces -algunas más, a decir verdad- que no me detenga por ahí, y que tenga cuidado con quien hablo, no pude resistir la tentación.

-Don Jerónimo… ¿Qué fue lo que usted dijo ese año? Yo no había nacido…
-JA! Ese año, Antonito, ese año… ese año me revelaron lo que iban a hacer. ¡Y lo están haciendo! No debería estar hablando esto con vos… sos muy chico… Y NO PODÉS HACER NADA. NADIE PUEDE HACER NADA. NA-DA.
-No, no se crea… Míreme, no soy tan chico… ayudo a papá con la cosecha, levantando los troncos después de la tormenta… ayer trepé hasta lo alto del molino para desenganchar el flotante, que se había trabado, yo solo… ¡Cuénteme!
-No sé, no sé… Es que ya muchos no cuentan la historia…
-¿Pero porque? ¿Por qué no la cuentan?

El viejo miró hacia un lado y hacia el otro. No una, sino dos veces. Se agachó para ponerse hasta la altura del chico.
Sus caras estaban separadas por apenas cinco o seis centímetros.
El aliento fuerte invadió el aire que Antonito respiraba.
El rostro avejentado tenía surcos en demasía, y su piel blanquecina atemorizaba a cualquiera. Y ojos saltones que brillaban exaltados.
Con un gesto claro le indicó que quería decirle algo al oído, como en secreto.
Le corrió el pelo que tapaba su oreja con una mano temblorosa, deformada por artritis de años.
Antonito temblaba, pero hacía un gran esfuerzo por disimularlo.
Don Jerónimo le agarro un poco fuerte un brazo, como para no tambalearse y con un “Shhhh” inició su relato:

-No lo cuentan ¿sabés porque? porque están todos muertos…

Antonito pegó un sobresalto, que hizo que el viejo casi se caiga para atrás. Se agarró más fuerte del chico y así lo impidió.

-Muertitos. Todos… TODOS… MENOS YO!

Ahí lo soltó y empezó a gritar una, dos, tres, diez veces y cada vez más alto.

MENOS YO!!!! A MI NO ME LLEVARON…



El chico, congelado, miraba sin comprender demasiado, pero sorprendido por lo que había escuchado.
El viejo, cuando se calmó, acomodó su ropa y se cargó de un gesto de orgullo y valentía. Después y solo después recorrió con su mirada para un lado y para otro de la calle y lo vio de nuevo. Se centró únicamente en él y le dirigió una mirada fulminante:

-¿Qué? ¿Qué me mirás así?

Inmóvil, solo atinó, tartamudeando, a preguntarle más, algo que no estaba en los planes del quiosquero.

-¿Y que pasó? ¿Cómo se murieron?
-¿Qué?
-Usted dijo que los demás murieron… quiero saber cómo.
-¿Cómo? No, no sé muy bien como… ¡Pero murieron! ¡y yo no!
-Si, si… eso ya me lo dijo… Pero ¿usted los vio muertos? Pregunto: ¿vio los cadáveres?
-Este, ehh… no, no los vi, pero todos sabemos que…
-¿Y si se fueron? ¿Y si huyeron asustados? Es una posibilidad… cambiaron de lugar, de nombre… de identidad. Si hasta cirugías podrían haberse hecho… mi mamá tiene una amiga que está re-distinta a como era antes…irreconocible, dicen todos…
-No, nene… se murieron… Muer-tos… Mutilados, creo.
-¿Como “creo”?… o me cuenta todo bien o voy a pensar que usted es un mentiroso…que se llena la boca por lo que dicen los demás…
-A ver, nene,  a ver, pará un cachito…dejame explicarte… la historia dice que…
-“LA” historia. La historia la escriben hombres, pero por sobretodo está escrita por los interesados en dejar trascender ciertos hechos, exclusivamente, por interés. Debería saberlo.
Además, encima,  cada vez que se transmite va variando, va adquiriendo vicios de quien la cuenta. No existe la objetividad. Pero volviendo a algo anterior, también me dijo “mutilados”… ¿Hicieron ADN acaso? Por si no lo sabe le explico que el ADN es…
-Si, si, se lo que es el ADN… No sé si lo hicieron… yo estaba atento a lo que decían los demás…Y tengo entendido que esos estudios pueden fallar y entonces…
-NO.
-¿Cómo que no? ¿No que?
-Que no. Que hoy día el margen de error del estudio genético se ha reducido casi a un uno por mil. Eso no es error.
-¿No?
-No. Y si había partes mutiladas, imposible no identificarlas… claro, a menos que…
-AH! Hay una posibilidad! Lo estás reconociendo… ¿ves? Vos lo dijiste… a menos que…decilo…
-A menos que se trate de restos de animales y entonces se los descarte inmediatamente por eso, de entrada…porque no tienen nada que ver… A veces algunos se confunden…
-Pero si también salió en los diarios. Pasó.
-¿Los diarios? Ja! ¿Cuál? ¿”El imperio de las noticias”? Siete causas por difamación, mentira y chantaje… Todos saben que el dueño debería estar preso, pero como tiene no sé bien que con el alcalde, sigue ahí… Así estamos…
-¿Y entonces me podés decir porque está así el día hoy, ya que sabés tanto? ¿No es porque vienen a destruir el planeta?
-¡¿Pero por favor?! Yo entiendo eso que dice mi papá de escuchar a los mayores, pero si todo lo que nos van a contar es así… estamos mal…




Antonito dio media vuelta.
 Guardó en su mochila el cuaderno de notas en blanco, donde pensaba escribir lo que el viejo le iba diciendo, y empezó a caminar bajo un sol que comenzaba a aparecer tímidamente.

-Típico día de otoño, pero no está fresco, está lindo… No parece un domingo cualquiera…



                                                     Jorge Laplume

martes, 12 de octubre de 2010

Hojita de almanaque



Apenas cliqueó “Desconectar” en su computadora, asumió la existencia de una conexión perdida también dentro de ella.
No era la primera vez que se sentía así. Ya había habido otros finales inesperados en su vida.
Desde el sufrimiento que le provocaban las fiestas de fin de curso, por ejemplo, llorando a moco tendido por amigos que no volvería a ver, con el tema de Fito de fondo, ese de “un amigo es una luz…” hasta algún que otro amor eterno y  definitivo, pero con fecha de vencimiento. Ni siquiera los tres años de terapia previos a la muerte de su padre pudieron lograr lo que ya de por sí era utópico: razonar sentimientos.
Y por más ejercicios que hubo hecho, como aceptando la finitud, cargándose de amistades que ya habían pasado por eso, visitando hospitales repletos de moribundos…  hasta empezar a leer el diario por los avisos fúnebres… a pesar de tanta práctica, todo fue en vano.
La congoja se convertía en llanto, el llanto en angustia, la angustia en dolor inexplicable… tres años, teóricamente de madurez, vueltos a fojas cero en un instante.
Vuelta a empezar.
Verónica era vivaz. Aquellos que se la cruzaban quedaban atrapados por su luz. Sin embargo, no era tan así cuando Verónica estaba con Verónica.
Después de cada “desplante que me hace la bendita vida” como solía decir, (incluso su blog así se llamaba) suponía salir adelante, sacando debido y ordenado provecho de todo lo sucedido. Llevaba en una libreta estrictos eternos  listados de sensaciones. Algo que su terapeuta le había sugerido casi como un juego en la segunda o tercera sesión, y que adoptó como regla de vida. Las amigas se lo tildaban de obsesión. Pero a ella eso poco le importaba.
-Pero… ¿qué anotás? Todo el día con esa libreta… También podrías tener algo más moderno, un BlackBerry…
No era lo tecnológico lo que le importaba, sino describir como se sentía a cada instante. Una especie de análisis para ver cuál era el balance diario, mensual, anual…
Si el colectivo tardaba, ponía: Ansiedad… Si llegaba tarde: Rabia… Si recibía un regalo, depende… Una flor, en la calle, en el día de la primavera la desorientaba….primero ternura, pero al instante, se molestaba y ponía: interés comercial.
Si era de una amiga: compañía… de un amigo: sospecha.
Obviamente, no podía vivir así. Lo más insólito era que cuando sucedía algo que la ponía al borde de la ira, se serenaba, tomaba  la libreta de su bolso y anotaba.



La vez que chocó con su auto, y bajó furiosa con ganas de matar al dueño de la combi que no frenó, fue muy gracioso verla volver sobre sus pasos tranquila hasta anotar, y ahí sí, recuperar la vehemencia original.
Pero ese “Desconectar” aquella madrugada volvió a llevarla a un terreno conocido y deprimente.
Trató de consolarse inútilmente, mientras se desvestía para meterse en su cama, con esas estúpidas frases de almanaque como las de  “todo final de alguna cosa es el principio de otra”… ¡no había libretita que valga! ,era Verónica con la más Verónica de todas.
Se hablaba y se contestaba. En voz alta. Hasta se diría que cambiando las voces, para asumir que se estaba interrogando.
-¿Me podés explicar qué carajo te pasa?
-Epa! No me trates así…
-Te trato como me viene en gana… te veo y me siento mal… ¿decime que mierda se te metió en la cabeza?
-No sé… me siento una boluda… otra vez.
-¡Es que sos una boluda! Ya estás grande, che…
-Sí, ya sé… pero me cuesta…
-No te entiendo… pensar que los que te conocen, te ven linda, bien, segura… no te entiendo
-Sí, ya sé…
-y no me más digas “si ya sé…” como un lorito, haciéndote la tonta… no te banco en ese papel.
-Pero a la gente le cae bien.
-¿Ah sí?
- Sí, así muchos me aceptan más … no soy la distinta …
-¿Y vos, Vero? ¿Te aceptás vos? No podés mantener siempre una postura para “caer bien” Sos una hipócrita.
-¡Pará!
-No paro nada, bancátela. No es nuevo esto para vos.
-Es muy difícil para mí…
-Entiendo que te duela, pero mentir y mentirTE es de hipócrita, te guste o no. A ver… ¿Quién fue el único tipo que te conoció tal cual sos?
-Fernando. Lo extraño. Mucho.
-¿Y porque lo perdiste, boluda? ¿Sabés que lo perdiste vos, no…?  no te engañes…
-Sí, ya sé…
-¡Basta! Ya fue igual…
-Es que él era tan bueno, que pensé que si yo cambiaba…
-Sí, claro, pero a él lo que le gustaba era lo tuyo. Lo archivaste y te convertiste en algo que no sos. ¡¡Y dejá de llorar, haceme el favor!!
-Bueno, ¿Qué querés?
Y así terminaba esta lucha interna consigo misma. Ojos rojos, pañuelos de papel por toda la cama, y quedarse dormida abrazada a un viejo oso que Fernando le había regalado.
Un nuevo final. Inesperado. Y encima peleada y furiosa con ella misma. Sin solución. Ni con quien compartirlo. Desahuciada. Vacía. Sin alma.
Razonar sentimientos. Ahí radicaba su mal. Era más fuerte que ella. No podía dejarse llevar por pasiones descontroladas.
Hasta que…
-Perdoname… ¿acá para el cincuenta y tres?
Verónica se sacó los auriculares, se levantó los lentes oscuros, abrió los botones superiores de la campera, que le tapaban hasta la nariz, miró para ambos lados primero y luego le pidió que le repitiese la pregunta.
-¿Qué bombón?
-¡Ja! Esteeee… bueno… gracias!, eh, no, solo, nada, que te preguntaba si acá paraba el colectivo que te lleva hasta Morón…
-No tengo la más pálida idea, pero juro que averiguo… esperá. Ya mismo.
De pronto sintió que algo muy distinto a todo lo conocido le estaba pasando. Una luz muy poderosa se adueñó de ella. Vibró con esa voz, con sus ojos, con la mano que él le puso en el hombro para frenarla cuando iba en búsqueda de respuestas “colectiveras”.
-No, deja… me arreglo solo.
-¿Por qué? Si yo te puedo ayudar… ¿solo? Digo… estás sol…?  No. Si arreglarte solo signifi… nada, nada… no me hagas caso, soy medio desastre… pero te ya averiguo…
-Ja ja, sos divertida ¿eh? Y gracias por lo de ¿bombón? Lindo… me gusta… pero vos sos muy linda también y no dije nada… ¿Hasta dónde vas? Tengo tiempo, te acompaño y después vemos…
-Voy al centro, nada que ver con Morón… pero dale, me encantaría.

Así, a partir de esa mañana de Agosto, justo en una esquina de Buenos Aires, Verónica se encontró con la Verónica que ella era. Y ahora sí, junto al “Señor Morón” como ella lo llamó desde aquel día, confirmó que “todo final de alguna cosa es el principio de otra”.

                                                                                                                                                           Jorge Laplume





martes, 5 de octubre de 2010

Algo me dice...




Es muy raro sentirse así. Algo me dice que papá se quiere ir. Y algo me dice que eso solo lo estoy pensando yo.
Algo me dice que él quiere reaccionar para mandar a la mierda al que lo metió en todo esto.
Y algo me dice que quiere que lo dejemos en paz.
Algo me dice que se quiere quedar y no puede.
Algo me dice que sabe que puede, y no quiere.
Algo me dice que no sabe para qué carajo volver.
Algo me dice que para ver a los nietos vale la pena no partir.
Algo me dice que no quiere mirar, que algo no quiere ver.
Y algo me dice que prefiere quedarse con todo lo que ya vio.
Algo me dice que, precisamente, vio algo y que quiere volverlo a ver, y teme que si abre los ojos eso bello y hermoso se convertirá en horrible después. (*)
Algo me dice que sabe que esta vez tiene que decidir él y para él.
Algo LE dice que no se iba a escapar de, al menos una vez, pensar en él.
Algo.
Algo de todo lo que puede ser, es solo algo.
Algo de amor, algo de bronca.
Algo de honestidad, algo de viveza.
Algo de esperanza. Y mucho de desazón.
Dicen que dicen los que han dicho que la dicha está al final del trecho.
Dicen que el final es principio y que todo lo dicho, dicho está.
Algo me dice que no sé oír.
 Jorge Laplume

(Escrito en el reverso de un individual de papel,  del patio de comidas del Shopping Alto Palermo, mientras esperaba horario de visitas del sanatorio, el 11 de abril de 2006, un día antes que mi Papá Carlitos, se fuera al cielo a brillar como un sol)
(*) Veo ahora que parte de esta frase se la robé a Charly García de “Cerca de la revolución” 1984, inconscientemente (o no tanto...)
Perdón y gracias, Charly… era entre dos Carlitos el asunto…