viernes, 12 de noviembre de 2010

Que duda!



-¿Voy para acá o voy para allá?
Egroj metió la mano en el pequeño bolsillo de su peto dorado y extrajo la medalla que con tanto cuidado y temor transportaba. Ella era el motivo de este audaz viaje...
Allí estaba él, una vez más, frente a ese desafío que lo atormentaba: decidir.
Delante, el puente; de apariencia sólida y firme... simple y sin riesgos a la vista... nada atemorizante...confiable... sin embargo Egroj dudaba, porque a su izquierda daba inicio un bello y atractivo sendero de tierra, cuya costa era apenas mojada por un calmo, transparente y fresco río.
Hasta ese punto de su recorrido no se había encontrado con  mayores inconvenientes. Las situaciones  complicadas con las que le tocó enfrentarse supo superarlas, muchas de ellas gracias a la certera lista de recomendaciones recibidas al partir...muchas  de las cuales, también, creyó remanidas por escucharlas tantas veces en su corta vida.
Apretando con todas sus energías la moneda que siempre lo acompañaba, cerro sus inocentes ojos y arriesgó:
-“Probaré por este, me transmite una gran serenidad” se dijo al tiempo que guardaba el  pequeño talismán.
La breve idea de usarlo, a cara o cruz, la descartó al ver que las opciones eran tres: el puente y  dos caminos a ambos lados del sendero por el cual había llegado hasta ese punto.
- “No creo que mi medalla caiga de canto” asumió ,“pues entonces, querido amuleto, vuelve a la oscuridad de tu bolsillo... esta tendrá que ser una decisión puramente mía, y no del azar...”
Cuando inicio el camino elegido, “el de la paz” como lo llamó, fue disminuyendo su marcha apenas la hubo comenzado, hasta detenerse por completo segundos después.
 Primero se hincó y luego se sentó sobre una muy cómoda piedra... la serenidad del lugar lo embriagaba... Era evidente que disfrutaba del momento. Se imaginó con su familia, de niño, tomando el té con el resto de la pequeña Corte Real. -“Los caballos pastarían y luego se refrescarían con el agua del río” decía recreando en su mente alguna salida en la Primavera.
 -“Reina Madre –Anauj-, ella misma seguramente se encargaría de ofrecer pastelillos al resto... y quizá yo estaría correteando por allí, arrojando pequeñas piedras al río...”
Egroj notó, de repente, que no había percatado hasta ese momento, la orilla de enfrente. La vio distante, sin grandes atractivos como para anhelarla...  raro en él...pues curioso por naturaleza,  todo lo lejano, lo desconocido y lo inhóspito eran su clásica obsesión.

Aquí estaba en paz.

De pronto “algo” lo sacudió de su placidez. Se sintió responsable de la misión tantas veces planificada
- “Basta!” se dijo, “debo continuar lo que comencé... ya habrá tiempo para descansos” y volvió al punto de partida, al umbral del puente, desde donde también iniciaba el curso el otro camino, el de la derecha o, mejor dicho, como el lo llamará luego, “ el sendero de la aventura”.
No fueron pocos los obstáculos de esta ribera: la costa tenía gran cantidad de piedras y troncos caídos, pero Egroj no se amedrentó... con cautela y serenidad avanzó sabiendo lo que buscaba: la manera de cruzar el río; que aquí, producto de variados desniveles en el cauce, lo hacían más arremolinado y riesgoso.
-“¡Aquí está!” exclamó satisfecho al ver una obra de ingeniería natural donde piedras gigantescas y árboles añosos parecían estar acomodados por la mano de algún Dios para poder llegar enfrente. La tarea no fue sencilla, pero Egroj no resbaló ni una sola vez... avanzó feliz... cada tres o cuatro  pasos giraba su cabeza para enorgullecerse del camino recorrido, -“Es increíble todo lo que he avanzado!” se sorprendió. Lo estaba haciendo bien, tanto que ni una sola salpicadura mojaba su vestimenta...!
Miró al frente, viendo que la meta  ahí estaba, a pequeños centímetros  de distancia...

Pero no podía llegar –“¡Por Zeus...¿ porqué todo cuesta tanto?!” resopló resignado.
Lentamente, casi sin darse cuenta, volvió sus pasos hasta llegar a la orilla..
Supo entonces que el desafío estaba en el otro camino, en el primero, y hacia allí fue en busca de una nueva oportunidad.
Pero el “sendero de la paz” lo hipnotizaba. No era que perdiese sus fuerzas, no... era como si allí valoraba más el presente que su futuro. Es más...ese presente le daba seguridad, aunque lo sabía efímero, breve. No sería tan plácido si la imagen de Reina Madre y toda la Familia Real no se acoplaran a la imagen del lugar.
Sacudió su cabeza un par de veces como queriendo alejar el pensamiento, despabilarse y ver lo que había en realidad.
Había paz, si, agradable... pero por más que fruncía el ceño, como concentrándose a la fuerza, no podía ver el futuro.

El futuro era ese presente...

Miró con ansias la orilla de enfrente y la vio... “Allí está, si, está, la veo, pero no me moviliza llegar a ella”.
Estuvo unos cuantos minutos tratando de valorar ese presente, dándole una puntuación, para elegir luego en base a calificación.-“Un 7,...8...hasta un 9 le pondría” pensó generoso, como para que el sendero no se ofendiese, aprobándolo.
Y la calificación era justa...
-“Bueno... ahora volvamos y examinemos el de la aventura” ... raudo partió y repitió casi idénticamente los pasos de la excursión primera.
Su nuevo viaje fue un calco, milímetro a milímetro, del anterior... la única diferencia estuvo
en su imaginación.
Allí apareció ahora la imagen del Rey, su padre, Solrac, extendiéndole la mano para ayudarlo...-”Vamos Egroj, tu vas a llegar!”  seguramente Solrac pensase...
Solrac no era tan efusivo como interiormente su corazón le dictaba; la imagen de dureza que quería transmitirle a su pequeño Egroj  para él pasaba en no demostrar signo de debilidad alguno... y
si bien era muy afectuoso y sensible, no quiso nunca alejar la enseñanza de ser fuerte frente a las adversidades.
Solrac tenía una Musa, Sincar, que era como un misterioso amigo invisible, y esa divinidad fue quizá la máxima enseñanza que le legó al pequeño Príncipe... -“Allí, hijo mío, encontrarás el sentido de los valores favorables, la paciencia, la gracia del compartir con semejantes y la  sabia tolerancia ante las adversidades.”
Y esa enseñanza, por más complicada que pareciera, Egroj la aceptó feliz y, sin dudas, la acompañaría de por vida... -“¡Ay padre! ¡Muchas veces pienso que tú y Sincar son una misma persona! ¿Puede ser que tanto se parezcan? Puede ser que yo también me mimetice tanto con tus enseñanzas?”

La expedición en su segundo intento tuvo los mismos magros resultados, y así fue en la tercera, cuarta, quinta y sexta intentona... Avanzaba mucho y bien, hasta “ese” determinado punto. Maldijo unas cuantas veces no tener una mano tendida de la orilla vecina... Alguna voz, un Dios, una rama siquiera, que le ayudase en el último envión. Alguien que apareciese detrás de los arbustos y diga -“Por fin, Egroj, te estábamos esperando... Ven, toma mi mano y ven... es por aquí... tenemos un sabroso bocado para reponer energías y mucho trabajo por hacer”
Egroj tenía todo el libreto en su mente.
E imaginaba esa gran bacanal en su honor...manjares a raudales, vino y fiesta... hermosas doncellas admirando su valentía, su audacia y él, sobretodo él, en su más recóndito interior, disfrutando del logro...
Ese sueño, paradójicamente, no lo dejaba dormir.
Así como volvió reiteradas veces al sendero de la aventura, así también lo hizo con el sendero de la paz... Iba y venía, de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda, sin cesar...
En uno de esos cruces, ya casi metódicos y  sistemáticos, un destello en el cielo lo encegueció... como una luz alumbrándolo... y el pequeño príncipe se detuvo asustado.
-“¡¿Puede ser que no vea?!,¡¡ estoy ciego!!” gritó.
Nadie lo escucharía... estaba solo.                                                 
Belleza por todos lados, pero ni un alma para hablar, consultar, compartir dudas y temores...
-“Estoy ciego... pero no... ver, veo... veo el río, veo los árboles, el verde... escucho pajaritos y allí están, los puedo ver... Siento el aroma de las flores... esas, que ahí están.
No estoy ciego... Me siento ciego!.”
La luz que aún lo iluminaba, de pronto comenzó a alejarse de él... Egroj se refregó los ojos, para acomodarlos a la nueva iluminación reinante... Ahora todo parecía más oscuro... pero poco a poco lo vio todo más claro...
Ese redondel blanco en el piso, fue alejándose lentamente... Egroj no podía dejar de seguir su movimiento sensual, lento... hasta que se detuvo.
Y entonces Egroj vio, recién ahí la vida... vio lo que, por la velocidad con que pasaba de un estado al otro no había visto nunca. Vio el puente.
No pudo no soltar una risotada exagerada y ridícula cuando lo notó.
-¡Válgame Dios!! pero si ahí estaba! Y el tonto -pensó- no la había visto. Ahora si... vamos Egroj!... allí está el futuro!... Pero si era mucho más sencillo de lo que la Pitonisa había dicho.”
Decidido, se puso en marcha... feliz,  hasta que...

Cuando su pie derecho pisó el primer madero del puente, frenó abruptamente y se puso a llorar...
Allí, y solo allí, descubrió algo durísimo... allí y solo allí se dio cuenta que esos senderos y todo lo vivido allí serán un recuerdo, y que nunca más los vivirá...

                                                                           
                                                                                                           JORGE LAPLUME

martes, 26 de octubre de 2010

El camino de la Muerte



“-Gracias, gracias, muchas, muchas gracias. Realmente los voy a extrañar. Han sido un público maravilloso. Mil gracias por este año increíble que me han hecho pasar… soy un llorón… no puedo más…”

Lo veo una y otra vez.
Ese fue el cierre de mi último programa.
Estaba emocionado en serio.
No soy conductor, pero, evidentemente lo hice bastante bien.
Toda mi vida fui actor.
Si, ya sé… “toda mi vida… andá  ¿Quién te crees que sos? ¿Alcón, Alterio?” me van a decir… Y bueno: a los treinta y dos puedo decir  “toda mi vida fui actor” porque esa es mi edad y porque “toda mi vida”, desde los cuatro, actúo.
Lo de este año, lo de conducir el programa, fue una especie de vacaciones de la actuación. Aunque reconozco que en este ciclo más de una vez me mandé unos papeles de Padre y Señor Nuestro, dignos de un Óscar algunos.
Sobre todo con aquellos invitados a los que no les creía nada. Nada nada.
Hubiera ido al frente más de una vez, al choque…pero en el contrato estaba clarito.
Y yo no soy de hacer quilombos.
Las dos primeras veces me sentí muy mal. Mariconeaba. Volvía a casa y me angustiaba. Como un boludo. Que un par de hijos de puta dijeran lo que decían y tener que soportarlo por que eran auspiciantes del ciclo, me revolvía algo adentro… pero después lo asumí. Uno se acostumbra a todo.
“…y en el mismo lodo, todos manoseaos…” Que iba a hacer…Así es el fantástico mundo del espectáculo.

Igual el año me sirvió. Tuve mucha más prensa que cuando hago a Chejov o cosas así. Las nenas me vieron más, pasé más tiempo con ellas. Hice guita. Y pude parar con las pastillas.
Yo venía muy mal. El teatro era que me estaba haciendo mal. No sé que me lleva a elegir obras tan densas. Bah! si que sé: me encantan y es evidente que las hago muy bien.
Pero sufro como un condenado. Lo tomo muy a pecho. En otra época se le decía profesionalismo. Por eso las pastillas, ver poco a mis dos hijas. Y separarme de Delfina…

Cuando me llamaron para lo de la tele lo rechacé al toque.
¿Yo en la televisión? ¿Haciendo que?
Pero Pancho me ayudó a recapacitar.
Nos fuimos solos a pescar a Villa La Angostura.
Delfina se re portó y se quedó con las chicas, más allá de que no era lo convenido para esa Semana Santa. Ya había planificado una salida solos con su actual pareja y sin embargo no me hizo el más mínimo quilombo. Sabía que yo me iba para pensar.
No solo lo sabía, sino que en el fondo deseaba que yo baje un cambio. Soy el padre de las mellizas y no le gusta que ellas me vean mal.
Y ahí, al borde de la pileta cubierta de un hotel cerquita del Correntoso, asumí que si. Que podría probar.

Pancho, muy de afuera del medio,  solo veía ventajas. Yo no.
Que la plata, que los horarios, que conocer gente nueva, que los canjes que podía ligar,  algún viajecito, inclusive…
A mi me preocupaba lo artístico, lo profesional. ¿Entrevistar gente? Temía ser tildado de superficial, o bohemio descolgado de la realidad, de nariz para arriba… y sobre todo, de ser comparado con gente bastante más experimentada que yo…
Ellos me garantizaban todo. Hasta un sicólogo, si quería.
No voy a negar que siempre supe que la idea de ponerme a conducir el programa fuera un manotazo de ahogado del director de contenidos del canal. Lo sabía. No por nada en su entorno lo llaman Garfio.
Pirata conocido de los medios, inventa lo que sea. Y últimamente lo habían sacudido lindo a él y al canal.
Entonces iba a llamar la atención que yo, una “estrella del teatro” encare de frente la maquina de picar carne de la tele.

Lo hice. Salió bien. Y debo decir que hasta me gustó.
Algunos días, incluso, lo disfruté muchísimo.

Pero esto no es lo mío.

¿Por qué?
A ver… Es simple.
Porque me voy a morir.



No, no es que tenga un cáncer o algo así, terminal. No.  Ni tampoco me pienso suicidar.
Simplemente sé que voy a morir.
Alguno dirá: todos sabemos que nos vamos a morir algún día. Obvio.
Sin embargo, por equis razón un día sos más conciente de eso que el día anterior.
Es más: que en el minuto anterior.
Tengo treinta y dos, te dije, y supongamos que en el mejor de los casos llegue hasta los… no sé… digamos ochenta y siete… ponele, por decir algo.
Creo que son los piojos el ochenta y siete en la quiniela… lo voy a jugar… vaya a saber por que dije ochenta y siete… pero te decía que no pasa por cuando, sino que “sentís” que te va a llegar.
Tal vez son rayes míos, puede ser, pero “ese” asumir es como que te da otros parámetros.
Una especie de OK HASTA ACÁ TODO FUE ASÍ. SI TE GUSTA BIEN Y SINO, NO IMPORTA DEMASIADO.

¿Suena a disconforme? No, ni ahí… totalmente lo contrario te diría.
Muy conforme.
Pero me voy a morir igual.
¡Ja!

Estos “diálogos” de y con La Muerte me cambiaron cosas en la cabeza. Diálogos que no sé como explicarlos racionalmente, pero que eran muy reales.
¿Era el exceso o la falta de las pastillas? Ya hacía poco menos de un año que no las    tomaba, y a veces me alteraba mucho esa abstinencia.
Sentía que ese designio de la naturaleza de ver que era mortal me sacudía como nunca antes.
  Y pareciera que el desear algo demasiado puede complicar las cosas.
¿Era un deseo?
Después del año en la tele, casi sin querer me descubrí haciendo un balance prematuro, y viendo cosas que antes no veía. Y también, casi sin querer, empecé a estar atento a todo. De sentirme invulnerable, sano, eterno y con la vida comprada, me vino un baldazo de todo lo contrario.
Me asusté. Sentí perder todo, empezando por la alegría.
Deje de reír. Me dí cuenta bastante después, cuando ya tenía que hacer un esfuerzo para recordar cuando había sido la última vez.
Reír con ganas, hasta no poder respirar.

Y así, sin querer, me iba a pasar algo increíble.


Todos sabíamos de su existencia. Nadie podía decir que era un invento, una fantasía, o,         como dicen ahora, una leyenda urbana. Existía, era real, aunque nadie podía dar certezas     de él. 
La Muerte, así en femenino, era masculina, violenta, altiva… de ella estoy hablando.
O de Él.
De chico oía una y otra vez que “cuando te llegue la Muerte bla bla bla” y ya nada del                    resto de la oración era escuchada.
  La Muerte.
  Causaba escalofríos.
No podía ser catalogada nunca como un final lógico, digno, o hasta celestial.
No.
La muerte era mala.
Siempre.

Por eso el día que inocentemente imaginé estar a punto de conocerla, dudé. Eso creí. Ese mismo temblor que sentía antes, volvió. Pero por alguna extraña razón decidí envalentonarme y animarme.
Después de todo, pensaba auto engañándome, que total algún día la tenía que conocer… 

La cita se concretó por mail.
Si, por mail.
Uno de esos tantos que me llegan a diario, y que automáticamente dirijo hacia la papelera mediante la imprescindible teclita virtual de “eliminar”, esta vez, te decía, algo detuvo su destructivo destino.
“El camino de la muerte” decía como encabezado, y que con un simple clic te dirigía hacia algún sitio.
Era tentador. Vaya a saber cual sería el gancho…Pensé en Eros y Tánatos… sexo y muerte, los dos grandes motores de todo. Eros era mi fiel compañero, pero al otro, le solía escapar. Evidentemente se cansó o se puso celoso y buscó la manera de seducirme.
Recuerdo que estaba en el patio de comidas del Shopping Alto Palermo, haciendo tiempo para mi turno con el médico.



Debería ser por eso que estaba la muerte rondando mi cabeza. Nunca me da por ser optimista cuando tengo que ir a ver a un doctor, fuese por lo que fuese. Hasta un esguince podría ser un indicador de algo terrible para mí. Porque de ahí podía surgir un “para estar tranquilos” como suelen decir, “sacamos una plaquita (que nunca es chiquita e insignificante) y nos hacemos estos análisis de rutina” (“nos hacemos”, ja!).
Y encima repite, como si no lo hubiese escuchado, aquello de “para quedarnos más tranquilos”.
Odio eso. “Para quedarnos más tranquilos vamos a ponerte bien nervioso unos cuantos días antes”. Y si todo sale como a veces creo que desean los médicos, se acabó mi tranquilidad, la que yo antes tenía y no molestaba a nadie.
Pero era inevitable. El turno con este cardiólogo estaba tomado desde hacía más de sesenta días. Prestigioso el hombre, según se decía, en salvar vidas, en vez de no.
El asunto es que habré estado unos diez minutos dudando si cliquear o no. “El camino de la Muerte” podría ser un aviso de un Parque de Diversiones, un libro de auto ayuda, o algo así… Y así y todo, por más que uno la rechace, la guacha tienta, como las películas de terror… odias que te pasen semejantes cosas, pero ahí está uno para verlas bien cerquita, como cuando hay un accidente… Morbo.

El tema es que la gente pasaba de aquí para allá sin importarle nada -bah! eso me daba a mí…- y yo en mi interior luchando entre la vida y la muerte, con mis estúpidos mambos. Y los demás gastando su plata en lo que sea… (¡que irrespetuosos!)

“Y dale” me dije. “Es una página de Internet al fin y al cabo… ¿Qué puede pasar?”

Clic.

Nada.

Clic, clic.

Nada.

Clic, clic, clic, clic, clic...




Y de repente todo se puso negro.
No en la pantalla. En todo. Todo alrededor mío, negro. Absoluto. Como si me quedara ciego, pero no: “veía” negro.
Van a decir que es imposible, que el negro es negro, ya sé. Pero yo lo veía. No sé como explicarlo. Será por que talvez yo quería ver, y mis ojos hacían un esfuerzo doble o triple.
Fueron segundos de negro y silencio… aunque algo muy a lo lejos escuchaba, como un murmullo.
Y ahí apareció.



Como un ¿emperador? Si, algo así… alto, con una capa negra como el resto de todo lo que veía. Una muy tenue luz desde arriba lo fue dibujando. No se presento diciendo “Soy La Muerte”, pero no sé porque, era innecesario. Pensé que talvez estaba allí desde el principio y que gracias a esta incipiente penumbra ahora podía verlo.
No atiné a decir nada. Él tampoco. Podría decirse que no se alejaba demasiado de los estereotipos que uno conocía, pero no era ni cadavérico ni portaba una guadaña. No lo necesitaba.
Su rostro estaba cubierto como con una máscara sin rasgos específicos, solo orificios para los ojos y boca. Ojos grandes, muy blancos.
Extendió su brazo como invitando a que lo agarrase.
Me negué. Y no insistió.
Fue ahí que sin extrañarse de mi negativa, me habló.

-¿Miedo? ¿Tiene Usted miedo en este instante? -dijo con una voz calma y no tan grave como me la había imaginado.
- No, creo que no… A ver…no, miedo no. Incertidumbre tal vez, pero no miedo.
-Ja ja…-rió “elegantemente”, sin burla, sino como si hubiese escuchado millones de veces una respuesta tan diplomática como la mía-.
-Sé a que se refiere, sin embargo muy cómodo no lo veo… tranquilícese.
-Estoy tranquilo –insistí- sólo que no tenía agendado para hoy el hecho de morirme, si es que de eso se trata… tal vez más adelante, pero no justo hoy.
-Ay, ay, me encantan las ironías. Son un signo de madurez. Pero debo decirle que, -y no sé si lo desilusionaré- hoy, y por un tiempo digamos “importante”, no se va a morir.
-¿Ah no? Creo que más que nunca, entonces, estoy comprendiendo la frase aquella de “me volvió el alma al cuerpo”.
-Ja ja… muy buen comentario… Me cae bien. Lindo sentido del humor. Eso alarga la vida…Uno no será adivino, pero reconozco que me equivoco poco cuando elijo… Usted tiene… ¿cómo decirlo?... ¡Pasta! Escuché alguna vez el término ese. ¿Me explico?
-Si, perfectamente… pero ¿pasta para que?
-Ah, si, claro… para que le enseñe EL CAMINO DE LA MUERTE. Cada ciertos  años, cien o doscientos, depende, tengo que venir a elegir a alguien. Aparentemente Usted da con los parámetros. Más que muchos otros, le diría, pero que la soberbia no lo domine.
-Ajá. Estoy soñando. ¿Alguien en este patio de comidas me golpeó con una bandeja en la nuca y ahora, después de un desmayo, estoy delirando?
-No, no… sé que no es fácil entender a nivel racional, lo entiendo. Y me encanta que así sea. Eso se explica por su apertura mental, su índice de ver más allá. Créame: Usted es un elegido.
-… ¿elegido? ¿viene la Muerte y me elije? ¿a mí? No suena a algo bueno…ni agradable, o lindo…
-Le aclaro esto: No soy malo. Soy. Simplemente eso. SOY. Y en cierto modo es como que debo enseñar eso. Transmitirlo. Como suelen decir ahora: “mejorar mi imagen”… es que últimamente ya se desbordó el vaso.
-No entiendo.
-Es que el mundo se ha puesto tan materialista que hasta las vidas que se terminan pasaron a ser como simples cosas que se rompen y se tiran. Y nada más. Ni antes ni durante ni después.
-Sigo sin entender.
-Por Dios! Y perdón al Señor por invocarlo… me va a hacer dudar de su sapiencia…
Digo que por un lado las muertes duelen, se lamentan… sin embargo, al cabo de algo así como lo que dura el chasquido de los dedos, ya nadie lo recuerda. Por eso digo, es como si se rompiese algo material y ya simplemente estamos yendo a comprar otro.
-Pero no condice con su inquietud: ¿No es que quiere dejar de ser visto como “malo”? Uno lo olvida y listo! Así, es como si le restamos importancia a su tarea… ¿está bien dicho tarea en este caso?
-Función. Es mi función. Y no por lo teatral del término, sino porque debe ser algo funcional a la especie.
-Ok, ¿no es esa su función, entonces?
-Todos los extremos son malos, eso lo habrá oído. No es cuestión de llorar toda la eternidad que alguien terminó su paso en la tierra, pero tampoco esa manera de “nada me importa”... ¡Es una vida, caramba! ¡Con todo lo que implica!
Mire: esto no lo tendría que divulgar, pero vamos igual… ¿Sabe las veces que discuto con el Señor sobre que a Él se le va la mano en confiar en su creación?
Yo le digo que gasta demasiadas energías, o esperanzas en realidad, en gente que no razona ni como usted ni como yo.
-¿Y que le contesta?
-Nada. Él no me habla. Tiene como una gran contradicción conmigo. Es que a veces –y lo comprendo- se confunde con mi existencia. Un ser tan eternamente bondadoso como es Él, permitiendo que yo me paseé lo más campante… iba a decir cortando cabezas, pero no suena muy ético… bueno, usted me entendió…
-Si, si, claro, entiendo… ¿pero tan fuerte se escucha allá la queja de que usted, la Muerte, es dañina?
-¿Fuerte? Insoportable. Y le insisto: si fuera el luto lógico vaya y pase… pero de ahí a maldecir todo, desear cosas terribles para otros… ¡Las veces que el egoísmo hizo decir sandeces como “¿Por qué no te llevaste a fulano en vez de a Mengano?!” Ridículas.
Y absurdas, ya que todos se van a ir… ¿Antes? ¿Después?... ¿Qué? ¿Acaso me van a decir que ustedes ya descubrieron lo que es el Tiempo? ¡Pero, por favor!
Las podría entender en muchos aspectos, por la pérdida de un ser querido, por ejemplo, pero si al rato nomás ya no les importa nada sobre quien me tuve que llevar… ¡y no! Ahí están revisándole los bolsillos cuando todavía ni siquiera terminé mi función… ¿Y yo soy el malo? ¿El desalmado? ¿Eh?
-Comprendo, nunca había prestado atención así, de esta manera. Es que últimamente los medios, el capitalismo desmedido, las urgencias, el querer figurar…
-Exacto! Me alegra que me entienda. Ahora bien, por el otro lado, pasa lo contrario.
-A ver…
-Uste lo dijo: El culto de acaparar y acaparar… ¿Adonde van a llevarlo todo?
-Bueno, no… No es para llevarlo, es para darnos gustos, para sentir la idea de la felicidad y…
-No me haga reír… ¿Felicidad? O sea que más compra, más feliz es… ¡Que fácil!
-No, espere: eso de querer  explicar lo de “ocuparse más en ser que en tener” es recontra viejo… gastadísimo… No me viene con nada nuevo… es, y perdóneme, como de sicólogo barato… o cura de pueblo…no se me ofenda…Casi nadie lo escucha, menos los jóvenes, todos queremos tener, porque así la pasamos mejor, o nos creemos bastante que la pasamos mejor, no lo va a cambiar con una simple fracesita… los más viejos, talvez,  pero lo usan como para tener la cabeza ocupada, como tener metas cuando les queda poco hilo en el carretel… algunos hasta como para lavar culpas y ser perdonados por una absurda ambición que no les aportó demasiado… No sé, capaz que sí hay gente que lo entiende en serio…
-Si, si, los hay, pero son los menos, muy pocos como para que esto funcione. Pero de los que son mayoría, me pregunto ¿con que necesidad? Deberían saberlo todos ya a esta altura… Vida IMPLICA Muerte… Ahí está el error. En verlo como cosas separadas. Encima esa frase, casi una muletilla…
-¿Cuál? ¿A que frase se refiere?
-Hay varias, pero hay dos que me alteran. Una es esa de “Gracias a Dios, se salvó”… ¿De qué? Si no tienen la menor idea de lo que hay del otro lado… Que poca imaginación…
-Bueno, solemos decir “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
-Y no me va a negar, un pensante como Usted, que es una estupidez…
-Si, puede ser, es que ante el desconocimiento…
-Ante el desconocimiento, LA LUZ… Y mire quien se lo está diciendo, aquel siempre tildado de Oscuro…
-¿Está usted bien seguro que no estoy siendo victima de algún delirio? (Y yo encima se lo pregunto a quien me habla…) Volviendo a lo anterior… ¿y la otra frase?
-“Desgracia con suerte”. Es lo mismo. No saben ver.
-Ok, pero tampoco vamos a estar festejando las tragedias, haciendo fiesta ante catástrofes…
-…
-No, contésteme.
-Catástrofes, Tragedias, Desgracias… ¿Qué carga tienen esas palabras? ¿Quién les dio ese significado? ¿Yo? ¿El Señor acaso? ¿lo leyeron en algún lado?
-No, los hombres, claro, pero cada vez que el Demonio…
-No, no, no, no le voy a permitir que me confunda. Me ofende. Ese ser, despreciable, acá no está invitado. Está confundiendo feo mi función con la de la Maldad pura. Yo sabía. No hay momento que ese ser no esté presente. ¿Ve? Ahí está lo que le digo.
-¿Qué?
-Lo de la imagen. Mefisto, o el nombre que quiera, tiene una prensa hasta simpática hoy en día. Antes, en los tiempos de los tiempos, nadie jamás dudaba de su horrible augurio. Era el ente más rechazado. Ahora hasta lo han humanizado. Perdóneme, pero lo detesto. Me hace muy mal pensar en él y en todo lo que ha crecido. Otro de los temas que le planteo al Señor.
-Pero él no le contesta.
-¿Me está tomando el pelo?
-No, por… ¿Dios?... no, solo era una pregunta sin respuesta…
-Está bien… No quiero seguir dándole presencia hablando de él.
-Es que, solo para redondear la idea… Dios es Dios… digo: es el creador y todo eso…
-Si.
-Bien, pero así como está usted, la Muerte… ¿existe la Vida, así, no sé como decirlo, “personificada” digamos, como usted está acá ahora?
-¿Le parece necesario? ¿Y la gente? ¿los bebés? ¿los chicos corriendo, saltando, estudiando, jugando? ¿los enamorados, los felices, por ejemplo? ¿eso no es vida?
-Si… claro…
-¿Me va  a decir que nunca se le escapó una sonrisa, una luz de esperanza, cuando vio o sintió algo de eso?
-Si, si, le dije que si, pero…
-¿Pero que? es difícil usted…
-No, lo que pasa es que pensé en mi sobrinito… y en muchas más personas ahora, que…
-Ah! si… sé para donde va… los chicos, -o grandes- con alguna discapacidad, o problemas de salud, o de pobreza… ¿es eso?
-Ajá… dijo “corriendo, saltando…” y pensé en varios que no pueden… miles o millones, muchas veces uno agarra y arriesga y dice precisamente “eso no es vida”, pobrecitos.
-Claro… no le voy a negar que no es fácil de explicar… y la idea de libre albedrío no pega en casos así… es algo muy difícil de entender… Entiendo el reclamo… veré como lo resolvemos… téngame paciencia, recién nos conocemos…
-Bien, bien, bien… sin embargo hay algo más que me intriga. ¿De que juego yo en todo esto?
-Ya se va a enterar amigo, ya se va a enterar…
-Ok, y no voy a negar de que usted me llame Amigo me da como un escozor, pero dicen que menos pregunta Dios y perdona.
-Nunca tan sabio.
-Y lo que no le pregunté de entrada: ¿Dónde estoy? ¿Me va a “devolver” al mundo?
-¿Vio que le dio a la teclita del mouse dele que dele para encontrarme? -y eso es ansiedad, debe controlarla- Bueno, estamos en el medio de un par de esos clicks. Y ahí lo vuelvo a dejar.

Clic.


 El bullicio del salón era muy fuerte. Solté el Mouse como asustado y vi a toda esa gente alrededor mío viendo en que gastar su plata. Faltaba mucho todavía para mi turno en el médico. Guardé la notebook y decidí caminar. Emprender mi CAMINO.
Recién un rato después me “desperté” en serio, con la voz del médico.

-Está perfecto, buen hombre.
-¿Si? ¿Todo todo?
-Si, muy bien. No le voy a decir “hecho un roble” porque ya no se usa, pero sí, se nota que se cuida más o menos bien.
-¿Ni una placa de los pulmones? ¿Análisis de sangre u orina?



-Usted está muy bien, no le regalemos plata a las obras sociales sin necesidad. Dejémosla para los que la necesitan. ¿No le parece? Igual, le digo: cualquier cosa que sienta o se imagine, llámeme. No lo dude, pero me parece que por un tiempo largo no lo voy a tener de visita.


Me quedé pasmado. Tanto que creo ni le devolví la mano que me ofreció. Mucho no le importó porque apenas crucé el umbral de su consultorio ya estaba llamando por el apellido al siguiente. Supongo que la secretaria me habrá consultado sobre mi necesidad de tomar otro turno a futuro, pero -supongo también- la ignoré.
Increíblemente salí peor que si me hubiese diagnosticado algo terrible. Tenía como la sensación de tener una inmunidad eterna. No fue eso lo que dijo, lo sé. Pero era como que ahora en mi cabeza ese temor que suponía, no estaba más. Claro, inmediatamente arriesgué a pensar que  el médico, no puede saber que si ahora ese auto que viene a toda velocidad, me revolea por el aire, toda su proyección de fuerte como un roble y todo eso, se hace añicos. Obvio.
Y casi sin querer frené ¿inconcientemente? mi caminata en medio de la avenida.
Y el auto que venía a toda velocidad me esquivó sin el menor inconveniente.
Era prácticamente imposible que me evite.
Y me evitó.
Era una oportunidad que muchos no suelen tener.
Ahí entendí aquello de El camino de la Muerte y perderle el miedo.
Me vino el recuerdo de la familia, todos juntos yendo de vacaciones al mar.
Yo, como todo chico inquieto y aburrido, insistía preguntando cuanto faltaba.
Y papá explicándome algo que no me satisfacía: “Al destino vamos a llegar, estate tranquilo… entonces disfruta del trayecto, de cada kilómetro del paisaje recorrido.”
De eso parece ser que se trata… El camino de la Muerte, pero yendo por la Senda de la Vida, agregaría…
                                                           Jorge Laplume