viernes, 12 de noviembre de 2010

Que duda!



-¿Voy para acá o voy para allá?
Egroj metió la mano en el pequeño bolsillo de su peto dorado y extrajo la medalla que con tanto cuidado y temor transportaba. Ella era el motivo de este audaz viaje...
Allí estaba él, una vez más, frente a ese desafío que lo atormentaba: decidir.
Delante, el puente; de apariencia sólida y firme... simple y sin riesgos a la vista... nada atemorizante...confiable... sin embargo Egroj dudaba, porque a su izquierda daba inicio un bello y atractivo sendero de tierra, cuya costa era apenas mojada por un calmo, transparente y fresco río.
Hasta ese punto de su recorrido no se había encontrado con  mayores inconvenientes. Las situaciones  complicadas con las que le tocó enfrentarse supo superarlas, muchas de ellas gracias a la certera lista de recomendaciones recibidas al partir...muchas  de las cuales, también, creyó remanidas por escucharlas tantas veces en su corta vida.
Apretando con todas sus energías la moneda que siempre lo acompañaba, cerro sus inocentes ojos y arriesgó:
-“Probaré por este, me transmite una gran serenidad” se dijo al tiempo que guardaba el  pequeño talismán.
La breve idea de usarlo, a cara o cruz, la descartó al ver que las opciones eran tres: el puente y  dos caminos a ambos lados del sendero por el cual había llegado hasta ese punto.
- “No creo que mi medalla caiga de canto” asumió ,“pues entonces, querido amuleto, vuelve a la oscuridad de tu bolsillo... esta tendrá que ser una decisión puramente mía, y no del azar...”
Cuando inicio el camino elegido, “el de la paz” como lo llamó, fue disminuyendo su marcha apenas la hubo comenzado, hasta detenerse por completo segundos después.
 Primero se hincó y luego se sentó sobre una muy cómoda piedra... la serenidad del lugar lo embriagaba... Era evidente que disfrutaba del momento. Se imaginó con su familia, de niño, tomando el té con el resto de la pequeña Corte Real. -“Los caballos pastarían y luego se refrescarían con el agua del río” decía recreando en su mente alguna salida en la Primavera.
 -“Reina Madre –Anauj-, ella misma seguramente se encargaría de ofrecer pastelillos al resto... y quizá yo estaría correteando por allí, arrojando pequeñas piedras al río...”
Egroj notó, de repente, que no había percatado hasta ese momento, la orilla de enfrente. La vio distante, sin grandes atractivos como para anhelarla...  raro en él...pues curioso por naturaleza,  todo lo lejano, lo desconocido y lo inhóspito eran su clásica obsesión.

Aquí estaba en paz.

De pronto “algo” lo sacudió de su placidez. Se sintió responsable de la misión tantas veces planificada
- “Basta!” se dijo, “debo continuar lo que comencé... ya habrá tiempo para descansos” y volvió al punto de partida, al umbral del puente, desde donde también iniciaba el curso el otro camino, el de la derecha o, mejor dicho, como el lo llamará luego, “ el sendero de la aventura”.
No fueron pocos los obstáculos de esta ribera: la costa tenía gran cantidad de piedras y troncos caídos, pero Egroj no se amedrentó... con cautela y serenidad avanzó sabiendo lo que buscaba: la manera de cruzar el río; que aquí, producto de variados desniveles en el cauce, lo hacían más arremolinado y riesgoso.
-“¡Aquí está!” exclamó satisfecho al ver una obra de ingeniería natural donde piedras gigantescas y árboles añosos parecían estar acomodados por la mano de algún Dios para poder llegar enfrente. La tarea no fue sencilla, pero Egroj no resbaló ni una sola vez... avanzó feliz... cada tres o cuatro  pasos giraba su cabeza para enorgullecerse del camino recorrido, -“Es increíble todo lo que he avanzado!” se sorprendió. Lo estaba haciendo bien, tanto que ni una sola salpicadura mojaba su vestimenta...!
Miró al frente, viendo que la meta  ahí estaba, a pequeños centímetros  de distancia...

Pero no podía llegar –“¡Por Zeus...¿ porqué todo cuesta tanto?!” resopló resignado.
Lentamente, casi sin darse cuenta, volvió sus pasos hasta llegar a la orilla..
Supo entonces que el desafío estaba en el otro camino, en el primero, y hacia allí fue en busca de una nueva oportunidad.
Pero el “sendero de la paz” lo hipnotizaba. No era que perdiese sus fuerzas, no... era como si allí valoraba más el presente que su futuro. Es más...ese presente le daba seguridad, aunque lo sabía efímero, breve. No sería tan plácido si la imagen de Reina Madre y toda la Familia Real no se acoplaran a la imagen del lugar.
Sacudió su cabeza un par de veces como queriendo alejar el pensamiento, despabilarse y ver lo que había en realidad.
Había paz, si, agradable... pero por más que fruncía el ceño, como concentrándose a la fuerza, no podía ver el futuro.

El futuro era ese presente...

Miró con ansias la orilla de enfrente y la vio... “Allí está, si, está, la veo, pero no me moviliza llegar a ella”.
Estuvo unos cuantos minutos tratando de valorar ese presente, dándole una puntuación, para elegir luego en base a calificación.-“Un 7,...8...hasta un 9 le pondría” pensó generoso, como para que el sendero no se ofendiese, aprobándolo.
Y la calificación era justa...
-“Bueno... ahora volvamos y examinemos el de la aventura” ... raudo partió y repitió casi idénticamente los pasos de la excursión primera.
Su nuevo viaje fue un calco, milímetro a milímetro, del anterior... la única diferencia estuvo
en su imaginación.
Allí apareció ahora la imagen del Rey, su padre, Solrac, extendiéndole la mano para ayudarlo...-”Vamos Egroj, tu vas a llegar!”  seguramente Solrac pensase...
Solrac no era tan efusivo como interiormente su corazón le dictaba; la imagen de dureza que quería transmitirle a su pequeño Egroj  para él pasaba en no demostrar signo de debilidad alguno... y
si bien era muy afectuoso y sensible, no quiso nunca alejar la enseñanza de ser fuerte frente a las adversidades.
Solrac tenía una Musa, Sincar, que era como un misterioso amigo invisible, y esa divinidad fue quizá la máxima enseñanza que le legó al pequeño Príncipe... -“Allí, hijo mío, encontrarás el sentido de los valores favorables, la paciencia, la gracia del compartir con semejantes y la  sabia tolerancia ante las adversidades.”
Y esa enseñanza, por más complicada que pareciera, Egroj la aceptó feliz y, sin dudas, la acompañaría de por vida... -“¡Ay padre! ¡Muchas veces pienso que tú y Sincar son una misma persona! ¿Puede ser que tanto se parezcan? Puede ser que yo también me mimetice tanto con tus enseñanzas?”

La expedición en su segundo intento tuvo los mismos magros resultados, y así fue en la tercera, cuarta, quinta y sexta intentona... Avanzaba mucho y bien, hasta “ese” determinado punto. Maldijo unas cuantas veces no tener una mano tendida de la orilla vecina... Alguna voz, un Dios, una rama siquiera, que le ayudase en el último envión. Alguien que apareciese detrás de los arbustos y diga -“Por fin, Egroj, te estábamos esperando... Ven, toma mi mano y ven... es por aquí... tenemos un sabroso bocado para reponer energías y mucho trabajo por hacer”
Egroj tenía todo el libreto en su mente.
E imaginaba esa gran bacanal en su honor...manjares a raudales, vino y fiesta... hermosas doncellas admirando su valentía, su audacia y él, sobretodo él, en su más recóndito interior, disfrutando del logro...
Ese sueño, paradójicamente, no lo dejaba dormir.
Así como volvió reiteradas veces al sendero de la aventura, así también lo hizo con el sendero de la paz... Iba y venía, de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda, sin cesar...
En uno de esos cruces, ya casi metódicos y  sistemáticos, un destello en el cielo lo encegueció... como una luz alumbrándolo... y el pequeño príncipe se detuvo asustado.
-“¡¿Puede ser que no vea?!,¡¡ estoy ciego!!” gritó.
Nadie lo escucharía... estaba solo.                                                 
Belleza por todos lados, pero ni un alma para hablar, consultar, compartir dudas y temores...
-“Estoy ciego... pero no... ver, veo... veo el río, veo los árboles, el verde... escucho pajaritos y allí están, los puedo ver... Siento el aroma de las flores... esas, que ahí están.
No estoy ciego... Me siento ciego!.”
La luz que aún lo iluminaba, de pronto comenzó a alejarse de él... Egroj se refregó los ojos, para acomodarlos a la nueva iluminación reinante... Ahora todo parecía más oscuro... pero poco a poco lo vio todo más claro...
Ese redondel blanco en el piso, fue alejándose lentamente... Egroj no podía dejar de seguir su movimiento sensual, lento... hasta que se detuvo.
Y entonces Egroj vio, recién ahí la vida... vio lo que, por la velocidad con que pasaba de un estado al otro no había visto nunca. Vio el puente.
No pudo no soltar una risotada exagerada y ridícula cuando lo notó.
-¡Válgame Dios!! pero si ahí estaba! Y el tonto -pensó- no la había visto. Ahora si... vamos Egroj!... allí está el futuro!... Pero si era mucho más sencillo de lo que la Pitonisa había dicho.”
Decidido, se puso en marcha... feliz,  hasta que...

Cuando su pie derecho pisó el primer madero del puente, frenó abruptamente y se puso a llorar...
Allí, y solo allí, descubrió algo durísimo... allí y solo allí se dio cuenta que esos senderos y todo lo vivido allí serán un recuerdo, y que nunca más los vivirá...

                                                                           
                                                                                                           JORGE LAPLUME

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